El Gourmet Urbano: Juan Felipe Quintero (@JuanFelipe72): ¿Te enseño cómo degustar un vino? Incline la copa, meta la nariz… ¡Disfrute!

jueves, 14 de julio de 2011

Juan Felipe Quintero (@JuanFelipe72): ¿Te enseño cómo degustar un vino? Incline la copa, meta la nariz… ¡Disfrute!

 

Oler, escupir, mirar la copa arriba y por debajo: ¿qué tanto hacemos? ¿no es beber lo que queremos con el vino? Claves de un protocolo que nada tiene que ver con chicanear.

 

Un 80 por ciento en la apreciación de un vino estaría en la nariz

 

Ni se empuja, ni se traga, ni va hasta el fondo o por las ánimas: el vino se aprecia, se disfruta, y para lograrlo debemos poner en juego al menos tres de los cinco sentidos, y eso que hay expertos que insisten en incluir el oído, por el placer que da escuchar el descorche o el sonido que produce la copa cuando se llena.

 

Descorchar la botella, luego de leer la etiqueta por delante y por detrás; curiosear con el corcho, servir, inclinar la copa contra un fondo blanco, girarla, hacer circular el contenido para airearlo, observar de nuevo y, como si fuera de nunca acabar, llevarlo a la nariz, una, tres veces. Para colmo, nada que comenzamos a beber porque nos animamos a comentar ese aroma a maracuyá que nos sorprendió o las piernas que corren por las paredes del cristal.

 

No es chicanería ni exhibición, es lo que pide el vino: sentido, sentidos, que los estimulemos para conocer, entender, disfrutar, para descubrir.

 

No tema experimentar. No compre y beba cada semana el mismo Carmenere chileno o el Merlot argentino de confianza. En una próxima ocasión opte por un Pinot Noir y ojalá que sea sudafricano, o elija un Sauvignon blanc, pero de Nueva Zelanda, o busque las cepas conocidas, pero cambiando de país. Podrá establecer comparaciones, virtudes, defectos.

 

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Un vino blanco, según la uva utilizada, puede tener aromas o sabores que nos recuerdan durazno, crema, aceituna, almendra, pan, pimienta, gardenia, rosa, geranio, tiza, piedra, vainilla, roble, miel, cuero. Y en tintos podrían aparecernos mora, ciruela, champiñón, café, pimienta negra, menta, tabaco, tierra mojada, eucalipto… ¡Vale la pena descubrirlo! y no es tan difícil.

La enóloga chilena Rosario Palma recomienda “no entender el vino hablando de cassis, grosella y demás frutas o alimentos poco comunes; es más adecuado describir lo que sentimos con lo que es cotidiano en nuestra mesa, en la alacena”. Y su colega argentino Mario Puchulú agrega: “No es necesario meterse en líos con 10 y 20 descriptores de aromas y sabores; con dos y tres será suficiente”

 

Ni nacidos en viñas para entender la bebida, ni Nariz de Oro como el premio que entregan en España a quien identifique un trago sin siquiera ver su color, todos estamos equipados para entender el vino y disfrutarlo y entre más bebamos, con moderación y atención, más base de datos organizaremos en nuestros sentidos.

 

No les haga mucho caso a las temperaturas que sugieren las etiquetas, ni mucho menos debe dejarse guiar por aquello de temperatura ambiente. Es posible que los 19 grados centígrados sugeridos para servir un tinto sean deliciosos para La Patagonia, pero pasados de calor para Medellín. A 16 grados podría estar mejor para nuestro medio.

 

Entonces, antes de beber su copa, tómese su tiempo porque, volviendo a Puchulú, “al vino hay que esperarlo; si estamos de afán es mejor no descorchar”. Y airee, incline, meta la nariz, busque almendra y gasolina. ¡Ah, y por favor!, sáquese el chicle antes de comenzar.

 

¡Hasta la próxima!

 

Juan Felipe Quintero

Periodista de Vinos

 

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