El Gourmet Urbano: Gastronomía en la pantalla

viernes, 21 de junio de 2013

Gastronomía en la pantalla


No me refiero a la gastronomía tan abundante en televisión que rara es la cadena que no tiene uno de estos empalagosos espacios. Es el cine, que tampoco es ajeno, a las exquisitas creaciones de la cocina. Y es una película, ahora, The Trip (2010), del prestigioso director británico Michael Winterbotton, quien nos brinda un argumento en el que sus protagonistas tienen como misión, encomendada por un prestigioso rotativo, de degustar las apetecidas viandas de la cocina inglesa a través de una nueva road movie para visitar los restaurantes más acreditados. No es la primera vez ni mucho menos ni será la última que los atractivos gastronómicos inspiran una película.

the-trip  The movie

Tan antigua es la referencia cinematográfica como aquella que en los albores del cine en 1895 los Hermanos Lumiére proyectaran en el Salón Indio en los sótanos del Gran Café del Bulevar de los Capuchinos de París la escena del hijo de uno de ellos comiendo ante la cámara. Nacía una curiosa relación entre el cine y la cocina, de la que sin duda hay una imagen inefable y emblemática: el frugal almuerzo de Charles Chaplin Charlot en La quimera del oro (1925). Pero hay una serie indeleble a lo largo del tiempo que nos recuerda títulos memorables.
Un delicioso recuerdo nos lo trae El festín de Babette (1987), de Gabriel Axel, basada en un relato de Karen Blixen, la autora de Memorias de África, llevadas al cine por Sydney Pollack en 1985. Inmediatamente recuerdo La gran comilona (1973), de Marco Ferreri, con guión del español Rafael Azcona y un reparto esplendoroso compuesto por Michel Piccoli, Marcello Mastroianni, Ugo Tognazzi, Phillippe Noiret y Andrea Ferreol, una impagable exaltación de la gula, un pecado que tanto se disculpa.

No puedo olvidarme de ¿Quién mata a los grandes chefs? (1978), de Ted Kotcheff con otro elenco memorable en el que repetía Phillippe Noiret con George Segal, Jacqueline Bisset, Robert Morley, Jean-Pierre Cassel y Jean Rochefort. ¿Y que decir de El cocinero, el ladrón, su mujer y su amante(1989), de Peter Granaway, una vitriólica visión sobre las relaciones entre la comida, el amor, el sexo, la muerte y la venganza, todo ello exornado con una influencia pictórica que siempre caracterizó la obra del director británico. Como agua para chocolate (1992), de Alfonso Arau, que estrenara el Festival de Cine Iberoamericano de Huelva, nos traía las gratas fragancias del buen comer y una cocina convertida en un espacio de creación y libertad.

Citaré una obra maestra aunque profundamente irreverente y provocativa como era la cena de Viridiana (1961) de Luis Buñuel, que repetiría, aunque con otro sentido e intención, siempre corrosivo y punzante, en El discreto encanto de la burguesía (1972). Una cita imprescindible y enormemente sabrosa es El Satiricón (1969), de Federico Fellini, que recreaba magistralmente el llamado banquete de Trimalción, narrado por Cayo Petronio en su famosa obra. En el cine norteamericano encontramos Tomates verdes fritos (1992), de Jean Avnet, basado en el best seller de Fannie Flag, candidato al Premio Pulitzer. La edad de la inocencia (1993), de Martin Scorsese, toda su visión crítica sobre la doble moral de la sociedad neoyorkina. Un paseo por las nubes (1994), de Alfonso Arau, con la mágica sensualidad del rito de la cosecha de la uva. La fascinante dulzura de Chocolat (2000), de Lasee Hallström y la encantadora Juliette Binoche. Y ¿cómo no dejarse embriagar por la fastuosa prodigalidad de Vatel (2000), de Roland Joffé, prodigio de imaginería barroca, un espectáculo visual, con la grandilocuencia expresiva de ese bon vivant que es Gerard Depardieu, como maestro de ceremonias en la corte de Luis XIV? Y para brindar: Entre copas (2004), de Alexander Payne, efervescencia emocional entre sorbos de un pinaud, un sauvignon, un chardonnay, un syrah, cata y cata de ricos caldos. Pero hay muchas más que exceden nuestro limitado espacio.

Quiroga

Fuente: huelvainformacion.es






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